En la aldea
26 abril 2024

¿Apunta Nicolás Maduro al Estado Vigilante?

A semejanza del modelo chino, la lucha de Maduro contra el virus se libra más en las salas de redacción que en los laboratorios clínicos. La posibilidad más distópica del Big Data es, sin duda alguna, el totalitarismo digital cuya construcción avanza aceleradamente, por lo que las sociedades democráticas deben estar doblemente atentas para conseguir inmunizarse contra las pandemias: Tanto la del Covid-19, como la del absolutismo.

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En estos duros tiempos de pandemia se libran varias luchas sin cuartel: En los hospitales y las camas de los enfermos por la vida, desde laboratorios clínicos por soluciones de inmunización, y desde los grandes actores políticos por el relato. Desde el primer minuto de la amenaza global, China ha estado consciente de la importancia fundamental de imponer un relato que pudiera contener su reputación global, e incluso mejorarla. De allí el énfasis en hacer ver su abordaje tecnificado de contención del Covid-19 como imprescindible. Ese abordaje está centrado en dos pivotes: El Estado Vigilante, o Surveillance State, y el oligopolio de la información. Ambos constituyen claras amenazas contra la democracia.

La supervisión de un Estado sobre la sociedad, a través de la recopilación de inteligencia, información y grandes datos, es justificada para ejercer sus potestades de seguridad, pero sólo puede hacerlo a costa de las libertades individuales. Algunas tácticas recientes del régimen venezolano forman parte también del modelo de Estado Vigilante. El Gobierno vincula los programas de suministro de alimentos con la carnetización digital, y ésta a su vez con el sistema electoral, construyendo poderosas bases de datos de control y vigilancia, utilizando el hambre como mecanismo de opresión social y de dominación desde el Poder Ejecutivo.

Quizás no sea sorprendente que en la creación de la plataforma del Carnet de la Patria, haya intervenido ZTE, la gigante china, a través de un convenio celebrado con la operadora local de telefonía CANTV. El “gran hermano” chino tiene en el régimen de Maduro a su hermanito menor que le admira y a quien gustaría imitar.

“La nomenclatura madurista se ha ocupado de mantener el control de la información de una manera férrea. A semejanza del modelo chino, la lucha de Maduro contra el virus se libra más en las salas de redacción que en los laboratorios clínicos”

Son parte del Estado Vigilante las muy sofisticadas técnicas de reconocimiento facial para el control social del gobierno chino, que permiten, entre otras novedades, reconocer y someter al escarnio público a quienes infringen las normas. Algunos semáforos inteligentes conocidos como skywalkers están ya ubicados en las ciudades principales chinas y permiten detectar violaciones a las normas del peatón, y exhibir el rostro y las señas de identidad de los transgresores en pantallas gigantes. “Una vez que se confirma la identidad del delincuente, su foto se publicará en una parada de autobús cerca de donde se cometió el delito”, explica un oficial de policía en Shanghái. Cuando el sistema detecta que una persona cruza la calle cuando las luces están en rojo, se envía una señal a la cámara de video para comenzar a grabar.

La reciente epidemia de coronavirus ha puesto a prueba el estado de vigilancia chino, y descubierto algunas posibilidades tecnológicas que hasta ahora no se habían hecho públicas, como la posibilidad de medir masivamente la temperatura corporal de los ciudadanos y enviar alertas tempranas de los síntomas del virus. Las principales ciudades chinas están ya equipadas para el ejercicio de la vigilancia a gran escala, aunque aún no se hayan implementado medidas masivas como lo que se ha venido experimentando en la ciudad de Rongcheng. La pequeña ciudad (en escala china) de 700 mil habitantes ejerce un casi total control sobre todos sus habitantes a través de un mecanismo sofisticado de puntuaciones de crédito social, probablemente como un ensayo piloto de lo que pudiera implementarse a escala nacional (Larson, 2018). Esa prueba piloto de Rongcheng tiene su par caribeño en la prueba de control de la movilidad, con el otorgamiento de unos salvoconductos que permiten salir a la calle en la populosa parroquia Catia, en Caracas. Hasta ahora la prueba de Catia ha sido poco tecnificada y ha fallado notablemente, pero la intención salta a la vista.

Son enormes las posibilidades del Big Data, ese neologismo que en español puede traducirse como inteligencia de datos o minería de datos a gran escala, pero que suele utilizarse en su versión original, en inglés. El concepto hace referencia a conjuntos de datos muy grandes de cuya interpretación pueden identificarse patrones de conducta muy certeros, aplicados a la biología, la conducta humana y las ciencias sociales en general. Conocido es el caso de la propagación de la Fiebre Aviar, o el Virus H1N1 y cómo Google pudo predecir en función de los patrones de búsquedas cómo se comportaba y se desplazaba geográficamente la epidemia, mucho mejor de lo que lo hacían las estadísticas sanitarias oficiales. La anécdota es impactante y está muy bien narrada en el ensayo de Viktor Mayer-Schönberger: La revolución de los datos masivos. Sus posibilidades positivas son amplísimas, pero también lo son las negativas, que pueden atentar contra la libertad individual.

“Quizás no sea sorprendente que en la creación de la plataforma del ‘Carnet de la Patria’, haya intervenido ZTE, la gigante china, (…) el ‘gran hermano’ chino tiene en el régimen de Maduro a su hermanito menor que le admira y a quien gustaría imitar”

China se apalanca sobre ese sistema de vigilancia tecnológica para acorralar al coronavirus, pero lo hace sobre el control social, tratando además de mantener el monopolio de la información. Igualmente la nomenclatura madurista se ha ocupado de mantener el control de la información de una manera férrea. A semejanza del modelo chino, la lucha de Maduro contra el virus se libra más en las salas de redacción que en los laboratorios clínicos. Pero también el virus ha dejado en evidencia las contradicciones del sistema político chino: 10 académicos chinos pidieron libertad de expresión tras la muerte del doctor Li Wenliang, quien fuera censurado y amonestado tras haber sido el emisor de la primera advertencia sobre el virus.

Cuando existe gente que teme toser en público, o gente que no puede buscar en Google sus síntomas por temor a ser localizado, se impide que el Big Data pueda convertirse en solución… Este aspecto es clave, y apunta a una incompatibilidad de fondo entre el capitalismo y el control social totalitario. El coronavirus se ha expandido con gran agresividad por todo el globo, y pronto habrá una oportunidad de contrastar el uso del Big Data entre el modelo chino y el de Occidente.

La acumulación masiva de datos se encuentra en muchas industrias, con información acerca de sus clientes, proveedores, operaciones, etc. Gigantescas bases de datos con información de censo de población, registros médicos, elecciones, impuestos, etc. pero sin duda los reyes de la Big Data vienen del análisis de redes sociales: Google, Twitter, Facebook, el GPS de nuestros celulares, y todas aquellas actividades que la mayoría de nosotros realizamos varias veces al día con nuestros teléfonos inteligentes.

Un proveedor muy importante de datos para la inteligencia electoral en Estados Unidos, por ejemplo, es la información derivada de las “cookies” de Amazon. Saber qué compras en Amazon implica conocer con gran exactitud patrones de hábitos y agrupación de “clusters” que fácilmente arrojan conclusiones sobre la conducta política.

Hoy China pretende hacer crecer el modelo de control global apalancándose sobre la pandemia, y sobre un relato de superioridad e inevitabilidad del modelo. La posibilidad más distópica del Big Data es, sin duda alguna, el totalitarismo digital cuya construcción avanza aceleradamente, por lo que las sociedades democráticas deben estar doblemente atentas para conseguir inmunizarse contra las pandemias: Tanto la del Covid-19, como la del absolutismo.

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