En la aldea
19 abril 2024

Tres ideas sobre la simulación electoral

Si el 22 de noviembre amanece un contexto político en donde la simulación electoral dio los frutos deseados: la imposición de una oposición leal que aparenta enfrentársele y le permite avanzar en sus propósitos de dominación. El trabajo de los partidos políticos es insustituible, pero insuficiente; por eso debe ir acompañado de una sociedad civil bien dispuesta y comprometida con el rescate de la democracia. Entonces, ¿qué podemos hacer los demócratas cuando se ha configurado un contexto adverso? Si reconocemos la simulación, nos aferramos a la verdad y trabajamos en unidad con capacidad de organización; podríamos invitar al país no a un “voto castigo”, sino a un “voto protesta”.

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Días duros. La dictadura embistió. Como si se tratara de una comparsa de perversión y violencia, dio garrotazos a la sociedad civil y a los partidos políticos. El régimen, días antes de reunirse con la misión exploratoria de la Unión Europea, apresó a Javier Tarazona y a otros miembros de Fundaredes. Y días después de reunirse con ellos y de haberles prometido que favorecería el clima electoral, se llevó a Freddy Guevara. Esta avanzada represiva ocurre cuando la oposición intenta impulsar dos escenarios para caminar hacia la democracia: las elecciones regionales y una eventual negociación.

La dictadura ha ofrecido su relato sobre lo ocurrido en varias alocuciones, siendo las más relevantes la rueda de prensa de Jorge Rodríguez y el encuentro de Nicolás Maduro con la oposición que el dinero y la desvergüenza le han permitido comprar. Primero me detendré en la rueda de prensa de Jorge Rodríguez. En ese escenario se nos quiso demostrar que Voluntad Popular cuenta con una capacidad de articulación extraordinaria capaz de girarle instrucciones a grupos criminales que tradicionalmente han sido afines al régimen. Cuatro printscreen de WhatsApp fueron absolutamente insuficientes para sustentar aquella asombrosa teoría. Sin embargo, para quienes viven en la mentira, la verdad puede ser un dato irrelevante. La finalidad de esa rueda de prensa era muy concreta: someter a Voluntad Popular para profundizar las diferencias entre quienes luchamos por la democracia y meterle miedo en el cuerpo a quienes resisten en el país.

“Su estrategia: Utilizar las elecciones regionales como instrumento para desplazar a la oposición real e imponer una oposición leal”

Veamos ahora la reunión de Miraflores y estas palabras de Nicolás Maduro: “diputado Bernabé… allí mismo, donde está sentado usted, estuvo sentado Henry Ramos Allup (…) ahí mismo, donde está sentado usted diputado Luis Parra, estuvo sentado Henrique Capriles Radonski… en la misma silla. Ahí mismo, donde está sentado usted, diputado Timoteo Zambrano… estuvo sentado Julio Borges”. Con estas frases se revela -una vez más- su estrategia: utilizar las elecciones regionales como instrumento para desplazar a la oposición real e imponer una oposición leal y, de esa manera, crear interlocutores que le ayuden a fortalecerse en el poder. La dictadura se dará por servida si el 22 de noviembre amanece un contexto político en donde la simulación electoral dio los frutos deseados: la imposición de una oposición leal que aparenta enfrentársele y le permite avanzar en sus propósitos de dominación.

Es un momento difícil. Irrumpen preguntas de carácter práctico: ¿Cómo enfrentar estos caminos?, ¿qué podemos hacer los demócratas cuando se ha configurado un contexto adverso? Observando países que han pasado por momentos parecidos, quiero compartir tres ideas que no pretenden ser universales, pero sí pueden contribuir con la reflexión. Entiendo que vivimos momentos que demandan creatividad y el espectro de lo opinable es verdaderamente extenso.

“La política es contingencia. No hay que perder de vista que el contexto también puede esconder imponderables democratizadores”

Primera idea: Reconocer la simulación. En su más reciente libro, Anne Applebaum explica que entre “1945 y 1989, muchos de los partidos comunistas de Europa del Este permitieron a sus oponentes desempeñar algún papel en el Estado, en unos parlamentos amañados o en la vida pública”. La idea de la simulación electoral y de la oposición leal no es nueva. Nosotros enfrentamos su versión chavista. Reconocer esto es importante porque la realidad pone límites al peligroso voluntarismo que es germen de frustración y pesimismo. Por eso, la apertura al contexto puede ser el primer paso para crear una estrategia que nos permita resistir y encarar el porvenir con esperanza responsable. También hay un asunto práctico en el que conviene profundizar: ¿Qué ocurrió con la oposición leal en Europa del Este cuando colapsó la URSS? Sucedió que estas fuerzas no lideraron la transformación democrática y pasaron a la historia como elementos que favorecieron a la dictadura. En ocasiones he escuchado a distintos analistas que afirman que la única manera que tenemos los partidos políticos de sobrevivir a esta coyuntura es participando en las elecciones regionales, con o sin condiciones. Por lo explicado en líneas anteriores no comparto del todo esta perspectiva. Es un momento muy difícil y considero que el principal riesgo que nos impone la participación en la simulación electoral del 21 de noviembre es convertirnos en una oposición leal y herir gravemente así las oportunidades de libertad para nuestro país.

¿Quiero decir con esto que no debemos ir a elecciones? No necesariamente. Y para explicarme mejor paso entonces a la segunda idea: Aferrarse a la verdad. La simulación electoral del 21 de noviembre puede ser -o no- una oportunidad para luchar. La diferencia la puede marcar el modo en que la enfrentemos. Me temo que si obviamos las dificultades descritas en el párrafo anterior y acudimos a la cita con un entusiasmo ingenuo que prometa cosas irrealizables, el país no nos va a acompañar. Venezuela está curtida en el dolor y en la frustración. Lo hemos intentado todo y tenemos el alma agotada. Condenamos las promesas vanas y nos apartamos de lo público cuando percibimos que no hay agenda común. En estos momentos tan duros estamos obligados a hablarle con la verdad al país: Hasta el momento, el 21 de noviembre no habrá elecciones, habrá una simulación electoral. Será un evento sin condiciones en donde todo está dispuesto para que no se respete nuestra voluntad. Será una contienda injusta y, en términos democráticos (ganar espacios y ejercer el poder) será imposible “ganar”. Se podrá pensar que la verdad apartará a las personas de las urnas el día de la simulación. Esa es una posibilidad. Y depende de nosotros animarlos -o no- a ser parte de un acto ciudadano que busca redefinir el concepto de éxito. Quizás debamos asumir que ese día el triunfo no solo se medirá en votos sino en valentía, en capacidad de organización y en el testimonio de lucha colectiva. No invitemos al país a un “voto castigo”, convoquémoslo a un “voto protesta”.

“La idea de la simulación electoral y de la oposición leal no es nueva. Nosotros enfrentamos su versión chavista”

Avanzo a mi tercera idea: Trabajar en unidad. Desafiar la simulación de la dictadura solo será posible si contamos con el apoyo y con el entusiasmo de la sociedad entera. El trabajo de los partidos políticos es insustituible, pero insuficiente. Debe ir acompañado de una sociedad civil bien dispuesta y de una ciudadanía que se comprometa con este género de lucha. Me atrevo a decir que este aspecto será el más difícil de alcanzar. En los últimos días he visto signos que me preocupan. Las reacciones en redes sociales ante el encarcelamiento de Freddy Guevara revelan el hastío de un país que reclama explicaciones y se aparta deliberadamente de lo público. Este tema es complejo. En otros espacios debemos profundizar en las razones que provocan esta actitud que luce predominante. Sin embargo, y observando el trabajo de fuerzas democráticas que han superado episodios autocráticos de largo aliento, puedo decir que un primer paso para regenerar estas relaciones de confianza es dar testimonio de coherencia y de honestidad. Salgamos a la calle, hablémosle al país a la cara y convoquémoslo a luchar desterrando los voluntarismos y reconociendo la dura realidad que nos ha tocado vivir

La política es contingencia. No hay que perder de vista que el contexto también puede esconder imponderables democratizadores que nos pueden sorprender. Quizás el episodio de nuestra historia que mejor da cuenta de esto es el 23 de enero de 1958. La huida de Marcos Pérez Jiménez fue inesperada e increíble. Rafael Caldera lo resumió así: “Parece un sueño”. Hay momentos en los que el devenir de la historia nos asombra y quizás, nos puede premiar. El lector quizás se pregunte por qué un artículo como este, preñado de dificultades y desafíos, termina con esta referencia. He decidido finalizar así porque la gravedad del tiempo presente nos obliga a enfrentar la realidad sin cerrarnos a lo que no podemos ver. Tener los pies en la tierra con la mirada puesta en el cielo nos hará más ligera la carga.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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