En la aldea
06 mayo 2024

Ascanio Rincón: “La mayoría de los viajes que he hecho para mi carrera, los he costeado yo”.

El único paleontólogo de vertebrados de Venezuela lucha por no ser especie en extinción

Con un presupuesto risible y equipos limitados, el estudio de los fósiles en Venezuela es casi una hazaña. La carrera de paleontología no se imparte en el país, se necesitan años de formación en el exterior para ejercerla, y a pesar de ello, la remuneración es baja. Ascanio Rincón es el biólogo zuliano con 4 postdoctorados en paleontología en la Universidad de Texas, “a partir de 2013 la gente empezó a migrar, a irse. Se graduaban y se iban. Por más esfuerzos que hice, nadie se quedó”.

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Adriana Núñez Rabascall | 10 diciembre 2021

Cuando en noviembre de 1974, en el desierto de Afar, científicos hallaban a Lucy, el esqueleto humanoide más famoso del mundo, considerada la abuela de la humanidad, Ascanio Rincón supo lo que quería hacer por el resto de su vida: ser paleontólogo. Ese sábado, a las 11 de la mañana, la televisión lo mantenía inmóvil en un sillón, siguiendo los detalles del asombroso descubrimiento.

Era entonces un niño de 8 años que pasaba las tardes recogiendo conchas y piedras en Isla de Toas, un pequeño territorio al sur del Lago de Maracaibo, en el estado Zulia. “El cerro que estaba frente a mi casa era un laboratorio viviente. Yo salía a buscar rocas y conseguía fósiles, almejas y algunos  minerales que me parecían interesantes. Hice una pequeña colección en mi casa”, recuerda Rincón, biólogo egresado de la Universidad del Zulia, con 4 postdoctorados en paleontología en la Universidad de Texas.

Rincón habla con vehemencia. No se frena ante la ignorancia de su interlocutor. Por el contrario, busca ser pedagógico al hablar de la carrera que ha desempeñado por tres décadas y que le ha llevado a colectar los fósiles de 21 nuevas especies para la ciencia.

“A pesar de las precariedades que hoy enfrenta, Ascanio Rincón no deja de sentir fascinación por estar detrás de hallazgos trascendentales para la ciencia”

Nadie entiende lo que estás haciendo, porque no tenemos cultura de paleontología. La paleontología es realmente la ciencia que estudia la fauna y la flora del pasado”, explica Rincón.

Pero en un sistema que desprecia el conocimiento, indagar sobre el pasado está lejos de ser una prioridad.

El presupuesto es muy escaso y es mucho más importante el hecho de estudiar células madre o inventar una vacuna que estar consiguiendo fósiles de dinosaurio o de tigres dientes de sable que ayudan a explicar la biodiversidad moderna. Se habla mucho del cambio climático y de cómo conservar las especies, pero si no sabes de dónde vienen, cómo se originaron estos ecosistemas no vas a entender cómo protegerlos”, advierte.

Para nosotros es sumamente importante comparar colecciones (de fósiles) y para comparar colecciones tienes que viajar. La mayoría de los viajes que he hecho para mi carrera, los he costeado yo”, responde afligido.

Cuando no hay recursos para las expediciones, usa su camioneta o pide aventones para llegar a esos territorios donde espera conseguir respuestas de lo que ocurrió hace millones de años, pero una vez más, la realidad del país le estalla en la cara.

Mi carro ahorita está parado, porque no tengo cómo comprar una batería. No voy a hacer una cola de dos días para cargar gasolina en una bomba regulada. En la de precio internacional serían 35 dólares y no los tengo”, lamenta Rincón, quien es jefe de un laboratorio de paleontología en Venezuela con 20 mil ejemplares. Su salario no supera los 200 dólares por mes. En la última década, Rincón se ha ido quedando sin generación de relevo.

Teníamos, en algún momento, 8 personas trabajando con los estudiantes, los asistentes; pero a partir de 2013 la gente empezó a migrar, a irse. Se graduaban y se iban. Por más esfuerzos que hice, nadie se quedó. Hoy tengo un asistente que trabaja con dinosaurios y yo. Y ese es todo el equipo”, lamenta.

“Se habla mucho del cambio climático y de cómo conservar las especies, pero si no sabes de dónde vienen, cómo se originaron estos ecosistemas no vas a entender cómo protegerlos”

Ascanio Rincón

La encrucijada de irse o quedarse en Venezuela también lo acecha. “Hay un impulso que me motiva a seguir aquí. Yo creo que, si me fuese a Estados Unidos, sería uno más del montón. Aquí soy el único paleontólogo de vertebrados viviendo en Venezuela que tiene toda Venezuela para poder experimentar, para poder hacer lo que quiera. Esa es una razón para quedarse en Venezuela y seguir haciendo paleontología, a pesar de todos los inconvenientes y todas las necesidades que estamos pasando, pero estoy muy consciente de que mi sueldo no me alcanza para sobrevivir”.

Rincón conserva su acento y picardía característicos del zuliano. Descarga su rabia con frecuencia en redes sociales. Fue allí donde supe de su existencia, al leer un tuit en el que se quejaba de su situación. “Paleontología venezolana en crisis, sin presupuesto, sin sueldos, sin recursos, sólo con pasión no se hace ciencia”, escribió en Twitter.

Este profesional venezolano se molesta con quienes lo invitan a “reinventarse” y, en tono de burla, responde que parte de esa reinvención es recorrer a pie, al menos, 10 kilómetros para llegar al instituto donde trabaja, cuando no tiene gasolina en su camioneta.

Hay físicos, hay ingenieros que ahora hacen senderismo y llevan a la gente a pasear, se dedican a ser taxistas a lo que sea y ganan más dinero que yo. Yo siendo un profesional creado en Venezuela, con los recursos venezolanos, ¡no puedo mantener ni siquiera mi carro, mi casa, no puedo podar el jardín de mi casa, porque la podadora se me dañó!”.

A pesar de las precariedades que hoy enfrenta, Ascanio Rincón no deja de sentir fascinación por estar detrás de hallazgos trascendentales para la ciencia, como descubrir los fósiles del que podría ser el murciélago vampiro más antiguo del mundo y haber encontrado los restos del primer dinosaurio carnívoro del país. En noviembre de este año, sumó una nueva especie a su colección: un lobo de hace unos 5 millones de años, extraído excavando El Breal de Orocual, en Monagas, que se ha convertido en su patio de aventuras, como las de aquellas tardes soleadas de su infancia en Isla de Toas.

*La fotografía fue facilitada por la autora, Adriana Núñez Rabascall, al editor de La Gran Aldea.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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