En la aldea
23 abril 2024

Carolina Amoroso: “Esta sensación que tienen de que no hay para ellos lugar en el mundo, (…) estas personas se sienten expulsadas”.

🎥Carolina Amoroso: “El Darién es una trampa que se puede llevar todo lo que aman en este mundo”

Un relato en primera persona, una conversación cercana que habla de migración, libertad, esperanza, “el sueño americano”, venezolanos y la selva del Darién. Una entrevista en caliente, donde el abordaje como la experiencia vivida por la entrevistada dan pie para la reflexión porque “estas personas forman parte de un ‘nosotros’, por eso el dolor de ellos debe ser el dolor de todos, y la tragedia de ellos debe ser la tragedia de todos, y no nos puede dar lo mismo (…) alzar la voz, pero también demandar acciones concretas”; palabras de Carolina Amoroso, la valiente periodista argentina que de niña vivió en Venezuela.

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Walter Molina Galdi | 08 agosto 2022

Sobre la migración venezolana varios han escrito, tal vez menos de lo que deberían, eso sí, tomando en cuenta la magnitud y la velocidad en la que llegó a ser la segunda más grande en el mundo, y la más importante en la historia de la región, por lejos. Su nombre oficial, por así decirlo, es así: “Crisis de migrantes y refugiados de Venezuela”, y en la actualidad, según datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), para el 5 de julio de 2022, los venezolanos que habían huido de su país eran 6.147.040. Aunque ciertamente ya con ese número se puede hablar de otro país… fuera.

Tal vez han sido menos los que han escrito sobre las razones de semejante situación. O, digamos, ya que estamos poniéndole nombres a las cosas, los que las han mencionado con todas sus letras: un régimen dedicado a desaparecer cualquier vestigio de libertad y una Emergencia Humanitaria Compleja. Esa palabrita final, “compleja”, es fundamental, porque la crisis no ha sido el resultado de una catástrofe natural o de una guerra convencional. No. Fue un diseño desde el poder.

Esa crisis por diseño la sufren todos, porque la falta de libertad, para comenzar, la sufren incluso quienes sienten que están cómodos con no molestar al poderoso. Pero, ciertamente, siempre están los que sufren más, los que no saben si mañana podrán seguir adelante, los que ya no tienen pesadillas al dormir, pues estas suceden durante el día, despiertos. Para estos, que es, según datos de, por ejemplo, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) una mayoría del país, quizás la única posibilidad de cambiar su vida, sea huir.

Frente a tanta tragedia y desesperación, y frente a una región cada vez más compleja y golpeada económica, social y políticamente hablando, las miras de muchos ya no están en la vecina Colombia, ni en Chile o Perú. Ahora ven directamente a Estados Unidos pensando y deseando que aquello del “sueño americano” pueda ser verdad. Pero para llegar hacia allá con poco dinero las opciones son pocas y peligrosas. La más dura de ellas, sin duda, es atravesar esa selva llamada Darién, ubicada entre Colombia y Panamá. En junio de este año, según datos oficiales, 15.600 migrantes atravesaron el Darién, de los cuales el 72% fueron venezolanos. Sí, los venezolanos han desplazado por mucho a los cubanos y haitianos, que siempre fueron los que mayormente cruzaban -o intentaban- el llamado “tapón”.

“Creo que muchas veces cuando se imponen visas o restricciones para las personas de determinadas nacionalidades, entre ellas a los venezolanos, con el fin de disuadir las migraciones, lo que termina pasando es que la migración no cesa”

Carolina Amoroso

Hace pocas semanas Carolina Amoroso, una de las periodistas argentinas más destacadas de la actualidad, viajó junto a sus dos acompañantes de travesía y camarógrafos de Todo Noticias (TN) -canal de televisión por suscripción argentino- Juan Pablo Chaves y David Santistebe, directamente al Darién. Lo hizo, cabe destacar, poco tiempo después de volver de Ucrania, tras cubrir durante un buen tiempo la invasión rusa allá. Sí, así es ella. Por eso es tan valiosa.

Carolina, hay que destacar, vivió en Venezuela durante su niñez y siempre se sintió parte de esa realidad, conociendo a la gente y sus historias. Llegó a El Tigre, estado Anzoátegui, a los 11 años por el trabajo de su padre que era petrolero, y desde allí quiso a Venezuela tanto como a su Argentina. Por todo ello, en el año 2020 escribió un libro precisamente sobre nuestra migración: Llorarás: Historias del éxodo venezolano. El título lo pensó, claro, por la canción de nuestro Oscar D’León, y porque tantas historias producen lágrimas, porque detrás de tantos números, hay historias. Y eso fue lo que cubrió Carolina durante más de una semana en el Darién. Sobre lo que hablamos, y sobre otras cosas también.

-¿Durante cuánto tiempo estuviste cubriendo lo que ocurre en el Darién?, ¿cuántos días estuviste hablando con tanta gente que intenta cruzar esa selva buscando un futuro mejor?

-Nosotros estuvimos en total 10 días de cobertura, iniciamos en el lado colombiano, en el portal del Darién de ingreso, primero estuvimos en Necoclí, en el departamento de Antioquia y después cruzamos en las lanchas con los migrantes rumbo a Capurganá, y desde allí bueno, en un albergue que es una especie de terreno baldío, a partir del cual luego uno se encuentra con los guías que nos llevan por las trochas. Nosotros hicimos las primeras horas de camino por esas trochas y después salimos de Capurganá a Puerto Obaldía; ingresamos así a territorio panameño. Después bueno, tuvimos que ir a Panamá City para volver a ingresar al Darién del lado panameño e ir primero a San Vicente que es el campo de recepción de migrantes, y después nos fuimos selva adentro ya del lado panameño, al punto de llegada de los migrantes que es Canaán Membrillo, un paraje indígena al que están llegando los migrantes apenas salen del Darién.

-En una frase, ¿cómo describirías lo que viste durante ese tiempo?

-En una frase te diría que el Darién es el secreto macabro mejor guardado de América Latina. Es la síntesis de todas las deudas pendientes con nuestras poblaciones más vulnerables. Cuenta la realidad de tantísimas personas que vienen de países que los expulsan, con regímenes que aplastan sus libertades y sus derechos fundamentales. Bueno, aparte el flujo migratorio que encontré los días que estuve allí, viene por supuesto, mayoritariamente de Venezuela en este momento, pero también de Cuba, Haití, y al Darién llegan personas de otros lugares del mundo, como Yemen, Bangladesh, lugares de África… Pero me asombró también ver dentro de quienes migran, a mucha gente huyendo no solamente de la pobreza, sino también de la falta de libertad y de la discriminación. Muchas de las personas que están cruzando el Darién vienen del derrotero de varias migraciones, y sienten como he dicho varias veces, que no hay ya lugar en el mundo para ellos, así que se aferran a ese último sueño, el sueño definitivo, el “sueño americano”, incluso cuando ello implica arriesgar la vida.

Carolina Amoroso: “La verdad es que el Darién es la expresión de la desesperación humana, pero también de la enorme deshumanización que hay en las poblaciones más sufrientes”.

-No es entonces una exageración aquella frase de “el infierno en la tierra”.

-El Darién es el infierno en la tierra, sí. Ves y escuchas los relatos del horror, relatos de situaciones extremas, gente que ha visto a personas morir, gente que cuenta historias de padres que han perdido a sus hijos y se han quitado la vida, personas que llegan en estado de shock, chiquitos que salen solos de la selva porque algunos de sus padres han sufrido una herida y el otro padre se ha quedado a acompañar a su compañero de vida, a su amor, a su pareja, y les da a los hijos o al hijo al cuidado de una persona, de un familiar o un amigo del camino. La verdad es que el Darién es la expresión de la desesperación humana, pero también de la enorme deshumanización que hay en las poblaciones más sufrientes. Eso es el Darién.

-Tú fuiste con dos compañeros y por supuesto con un plan más o menos elaborado, pero incluso así viviste en primera persona las dificultades que los migrantes deben transitar en esa selva. ¿En algún momento temiste por tu vida o viste algo que te haya causado temor?

-Mira, por supuesto que es un territorio muy complejo. Uno cuando llega a Necoclí, y después cuando estás en el Chocó, tienes la sensación de que ahí no hay una presencia institucional, estatal o de una Nación. Ahí lo que hay es otra organización que funciona como la ley en el lugar, que es el Clan del Golfo, que controla no solamente el narcotráfico, sino todos los demás negocios, entre ellos la migración. Y claro que eso plantea complejidades para trabajar, porque estamos hablando de territorios tomados por grupos criminales desde hace mucho tiempo. Pero nada se compara con lo que viven los que hacen la travesía, y bueno, nosotros lo que intentamos hacer es poner el foco y el protagonismo en lo que viven ellos, que es lo que importa.

-Una de tantas personas que entrevistaste, te mencionó que los guías a los que les pagaron en algún momento desaparecieron. ¿Fueron muchos los que te contaron situaciones similares?

-Sí, hay varias personas que refieren haber perdido a los guías porque realmente hay que mantener la velocidad al caminar en la selva, y es muy, muy difícil. Te digo, nosotros en las horas que caminamos allí, nos agarró una lluvia muy, muy copiosa y piensa que hay que atravesar ríos, a nosotros nos tocó hacerlo y te puedo asegurar que todo eso ya se convierte en un lodazal y encima hay precipicios de selva, o sea, hay que realmente caminar con cuidado, pero al mismo tiempo tratar de no perderse del grupo y del guía. Imagínate lo que significa esto para las personas que tienen hijos. Yo, cuando nosotros salimos, no me podía imaginar cómo iban a ser los días que seguían para las familias que habíamos entrevistado, y esto era solo el principio, sobre todo para los que tenían a los chiquitos. Conseguí a una chica de 23 años que tenía a dos mellizos pequeños que venía con su marido, estaba cansada. Era muy doloroso imaginarlo. Con respecto a lo de los guías también han referido que algunos por ejemplo les dicen “bueno, ustedes solo pagaron hasta acá” y les piden más dinero para seguir. Bueno, imagínate que estas personas llevan dinero para llegar a Panamá y luego seguir hacia Estados Unidos, porque esto es lo que al menos los que entrevistamos dicen, ellos quieren llegar a Estados Unidos, esa es la idea inicial.

-En tu documental cada testimonio es más fuerte que el otro. A cada quien le quedará marcado uno en particular, seguramente, pero a ti, que los hiciste allí en persona, ¿cuál dirías que fue el que más te impactó o el que ahora que te hago esta pregunta te viene a la mente?

-Te diría que elegiría dos testimonios, uno que me conmovió muchísimo fue a un hombre haitiano, uno de los primeros que hice. El hombre estaba a punto de subirse a una lancha con su mujer y su hijito de 17 meses para cruzar hacia Capurganá, para comenzar la travesía del Darién. Me contaba que ellos venían de Brasil, obviamente eso me hacía pensar lo que te decía antes, el derrotero de varias migraciones. Y le pregunté si tenía miedo, y me dijo: “miedo sí, pero la vida de los pobres es así”. Eso me pareció muy doloroso.

-¿Y el segundo?

-El otro es el del padre que se reencontró con su hijito, un chiquito de gorra negra, que había salido solo de la selva. Nosotros lo habíamos entrevistado a él, a un hombre venezolano y a uno cubano, que venían acompañándolo porque su familia se había quedado atrás, el chiquito tenía unos ocho años. El hombre cubano realmente estaba conmocionado, lloraba mucho, y el nene bueno, nos decía que sus padres no habían sido rápidos y habían quedado atrás. En medio de la tarde en Canaán Membrillo el chiquito vino a buscarme, donde estábamos con uno de los camarógrafos, y me dijo que había aparecido su familia y bueno, me acerqué y les pregunté si podía entrevistarlos y así lo hice con su papá, siempre con su hijo al lado. Él me dio un testimonio muy duro, recordando que los cubanos les habían advertido en los ‘90 que era muy difícil aquello de agarrar una balsa y salir a punta de tiburón, y que no los habían escuchado, y ahora lo estaban pagando. Y en un momento me dijo una frase que me pareció terrible, pero creo que resume mucho lo que es el Darién, me dijo: “y bueno, seguiremos migrando y se nos están acabando los países”. Y esta sensación que tienen de que no hay para ellos lugar en el mundo, te diría que es para mí el denominador común y la explicación detrás de esto que parece inexplicable mirado desde la comodidad de quien no se siente expulsado del mundo. Pero estas personas se sienten expulsadas.

Carolina Amoroso vivió la travesía por la selva del Darién como una migrante más, solo que al final del camino ella y su equipo volverían a casa; Juan Pablo Chaves y David Santistebe los camarógrafos que la acompañaron.

-Recuerdo este testimonio que comentas. Este hombre enviaba un mensaje, por así decirlo, a las personas que hablan de una Venezuela “mejorada”. Les preguntaba que, si eso era así, ¿por qué la gente decidía arriesgar su vida en el Darién? Que haya salido eso en el documental no es casualidad. ¿Opinas lo mismo que ese señor?

-Bueno, creo que el Darién funciona como el contraste de todo ese relato y de toda narrativa, el contrate más absoluto, la kryptonita de esa narrativa.

-De las personas fallecidas, que son datos muy precarios, ¿qué dice la gente? Seguramente la mayoría de los que han atravesado esa selva, o intentan hacerlo, vieron a alguien morir. Esa realidad supera cualquier cifra.

-Los datos son precarios, como dices, y también lo que uno escucha en la mayoría de los testimonios, es que los caminantes refieren haber visto personas muertas, también secuencias y hechos traumáticos como el que ya te comenté de padres que pierden a sus hijos y luego se quitan la vida en el Darién. Esto lo escuchamos en más de un testimonio. Esto da cuenta de la desolación, del desamparo, de la desprotección, y de la enorme deshumanización como decía antes, que implica la travesía del Darién; y como también esto a pesar de que muchos comienzan la travesía con miedo, el Darién los termina sorprendiendo al ser mucho peor de lo que esperaban.

-¿Y las autoridades? Tú has dicho que esto es lo más grave que hoy se está registrando en términos humanitarios en nuestro Continente, ¿qué tanto están haciendo las autoridades por dar una mano real a esta situación?

-Bueno, me parece que en cuanto a las responsabilidades, pondría en primer lugar, desde luego, la responsabilidad de las autoridades de aquellos países que son expulsores, y hablo en el caso de los principales flujos de nuestra América Latina, porque hay regímenes que avasallan todos los derechos fundamentales, que no brindan posibilidades para que las personas lleven adelante sus vidas y tengan condiciones de vida que garanticen el mínimo de dignidad, y bueno, sumado a eso son también regímenes que cercenan las libertades, eso hay que decirlo. Muchas de estas personas van también por sus sueños de libertad, y emprenden esta travesía por sus sueños de ser libres. Esa es una primera línea de responsabilidad. Luego está también la responsabilidad, o lo que le corresponde a quienes funcionan como países receptores, o receptores temporales de estos flujos migratorios. La respuesta a una crisis humanitaria debe ser eso: humanitaria. La selva del Darién funciona como una ruta migratoria irregular porque en el territorio del Chocó colombiano hay una ausencia de control justamente sobre ese territorio, que está en manos de grupos criminales que operan hace mucho, mucho tiempo en el lugar y que controlan también el negocio de la migración. Y luego, la recepción en distintos puntos de América Latina debe ser una recepción acorde al nivel de necesidad y de emergencia humanitaria de la que estamos hablando.

-Una necesidad muy grande. Hablamos de asistencias de todo tipo, ¿es así?

-Así es. Muchísimas de estas personas llegan al Darién con emergencias sanitarias, con emergencias de salud mental, con necesidades muy, muy básicas y urgentes, y tienen que encontrarse con una recepción y una estructura, y una cantidad de recursos puestos al servicio de la recepción de esas personas para que reciban el trato que deben recibir, por tratarse además de desplazados forzados; con lo cual ahí me parece que hay una línea de responsabilidad también en los países receptores. Creo que muchas veces cuando se imponen visas o restricciones para las personas de determinadas nacionalidades, entre ellas a los venezolanos, con el fin de disuadir las migraciones, lo que termina pasando es que la migración no cesa, justamente por el primer motivo que acabo de esgrimir, que tiene que ver con que vienen de países expulsores y en muchos casos vienen de derroteros de varias migraciones sin poder hacer pie, con lo cual la pregunta termina siendo si estas personas van a ser empujados o no, a una ruta irregular de este nivel de peligrosidad. No si van a seguir migrando o no, porque van a seguir haciéndolo.

-¿Y qué podemos hacer los ciudadanos?

-Los ciudadanos podemos, en principio, tratar de establecer un profundo puente de empatía con estas personas, tratar de comprender cuál es la situación de la que están saliendo y el infierno del que están tratando de huir, para por supuesto, intentar informarnos sobre esto que está sucediendo, informar a otros, dar a conocer la información sobre lo que está sucediendo en el Darién y otras rutas irregulares que implican un riesgo de vida para muchas de estas personas; y los ciudadanos también podemos interpelar y ejercer presión social para que nuestras autoridades hagan lo que tienen que hacer para que se respeten los derechos fundamentales de estas personas, y para que sean recibidas como eso, como personas con derechos en los distintos países a los que llegan.

-Tú escribiste un libro sobre Venezuela, “Llorarás”. Conoces lo que allí ocurre no solo porque viviste en el país sino porque lo estudias, lo lees, lo interpretas, y lo vives. En 2019 estuviste en la frontera con Colombia y ahora en la selva del Darién. Has escrito sobre esa comunidad que se aferra a sus esperanzas y que entiende el sentido profundo de empezar de nuevo, pero que ahora pone su vida en peligro para lograrlo. ¿Qué mensaje le dejarías al mundo, a los poderosos, a los que, como decimos, pueden mover hilos para que dejemos de llorar por tanta tragedia?

-El mensaje que dejaría, es que todos somos caminantes. Todos venimos de un mismo lugar y una misma búsqueda que tiene que ver con tratar de encontrar un futuro posible, tratar de garantizarles un mejor futuro a las personas que amamos. El mensaje principalmente es: sepan que estas personas somos nosotros. Estas personas forman parte de un “nosotros”, por eso el dolor de ellos debe ser el dolor de todos, y la tragedia de ellos debe ser la tragedia de todos, y no nos puede dar lo mismo. Y que no nos dé lo mismo implica, por supuesto, alzar la voz, pero también demandar acciones concretas.

-Y por último, a los venezolanos dentro del país y a los que buscan su segunda o tercera migración, y también a los ciudadanos de otras nacionalidades que cruzan esa selva, cubanos, haitianos, etc. ¿Qué mensajes les quieres dejar?

-Bueno, sin arrogarme por supuesto el derecho a aconsejar a nadie, esto lo hago ya casi como un pedido, les diría sin duda que no tomen la ruta del Darién. Es mucho lo que hay en juego, muchísimo lo que tienen para perder. Los sueños de libertad y de un futuro mejor los puedo comprender, realmente los comprendo, los siento y me duele esa enorme desilusión con la que llegan a exponerse a una emigración tan peligrosa, lo entiendo profundamente. Pero créanme que el Darién es una trampa que se puede llevar todo lo que aman en este mundo, y que incluso si logran pasarlo pueden dejarle huellas y heridas imborrables y traumáticas, así que mi mensaje sería ese: no lo hagan.

*Politólogo de la Universidad Central de Venezuela.

*Las fotografías son cortesía de la entrevistada, Carolina Amoroso, al autor Walter Molina Galdi y de él al editor de La Gran Aldea.

*El video fue facilitado por el autor, Walter Molina Galdi, al editor de La Gran Aldea

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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